martes, 30 de junio de 2015

SATURNO REVISITADO


La joven cineasta Rosario Alfonso Parodi ha vuelto a traer a colación un  episodio político que algunos de sus protagonistas preferían sepultado. Con su documental “Los Amagos de Saturno”, acerca de la masacre perpetrada en Humbold 7, al atardecer del Sábado Santo de 1957, la inquisitiva realizadora se aparta del trillado tono apologético y se lanza en pos de  la inquietante verdad histórica.
Para ello, ha dispuesto de documentos precisos, como las cintas grabadas del proceso que se siguió contra el acusado Marcos Rodríguez en 1964, siete años después del trágico suceso, la prensa de la época, que afortunadamente no se parecía al  Diario Granma ,  incluso dispuso de  documentos privados de suma importancia, como la extensa carta manuscrita dirigida al dirigente del PSP Comandante Joaquín Ordoqui que el acusado pudo redactar y sacar de su hermética celda en el Cuartel General del DSE.
 A esta documentación fidedigna, une  las incisivas entrevistas realizadas a los veteranos del Directorio Revolucionario  y a algunos de los oficiales del G2 que participaron en los dilatados interrogatorios, a lo largo de mucho más de un año, sin que el detenido pudiese contar con asesoría jurídica y, muchísimo menos con recurso de habeas corpus.
Entre los  entrevistados, se echan en falta el Comandante Faure Chaumont y el  también Comandante Ramiro Valdés Menéndez, en aquel momento Ministro del Interior,  Tampoco hay referencias a la versión de los hechos ofrecida por el Coronel Esteban Ventura Novo en sus memorias publicadas en Miami.
Se incluyen fragmentos de una entrevista realizada en Miami al legendario Jorge Vals Arango, fundador del Directorio en la década del 50 y posteriormente preso político  durante 20 años. Vals fue, si la memoria no me engaña, el único testigo favorable a Marquitos.
La realizadora no cuestiona el veredicto dictado contra este, y  concentra su pesquisa en la motivación que llevó al joven a la infamante delación. Apenas se detiene en atribuirla a problemas personales con las víctimas, mucho menos ligados a la presunta homosexualidad de Marcos.
 Descartados también por sus entrevistados los móviles personales, se agiganta la causal política y, con ella, vuelve a levantarse la terrible sospecha contra el PSP (comunista) y sus dirigentes, el matrimonio de Joaquín Ordoqui y Edith García Buchaca.
Sobre esta interrogante, nunca del todo aclarada, despliega su inquietante discurso fílmico  Rosario Alfonso Parodi. Durante el Juicio, quedó  establecido que el Delator, amigo de la pareja, les había confesado su deplorable acción en México, no así que lo hubiese hecho por orden específica del PSP, interesado en aprovechar la violenta represión policial para quitarse del horizonte político a figuras connotadas por su anticomunismo.
Para explicar este proceder por parte del PSP, el ya desaparecido Comandante Eloy Gutiérrez Menoyo me expuso su teoría de la venganza: en el atentado del Cabaret Montmatre, perpetrado por Rolando Cubelas, Juan Pedro Carbó Serviá y Machadito, el Directorio había matado al Coronel Antonio Blanco Rico, quien simultaneaba su responsabilidad al frente del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) con sus deberes como militante clandestino del PSP, entonces, mediante la delación, le habían cobrado la cuenta a los subversivos.
Por último, la cineasta reproduce imágenes del discurso pronunciado ante el Tribunal por el entonces Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, quien visiblemente inquieto, sudoroso y hasta despeinado, defiende la siempre imprescindible “unidad de los revolucionarios”, entonces peligrosamente agrietada.
Al terminar, el público premió al documental con un prolongado y muy merecido aplauso, seguido por el bullicio de la conversación colectiva, mientras íbamos retirándonos de la ya iluminada Sala. Yo eché de menos la presencia del amigo Héctor Pedreira, quien tanto la hubiese disfrutado y discutido.
La gente iba saliendo del Cine, pero se quedaban parados afuera, comentando la cinta, aún excitados,  confundiéndose con la cola para la próxima tanda, integrando ese peculiar molote que, en la acera de 23 y 10,  provoca siempre el contacto cercano, a quemarropa casi, con el buen cine y la apasionante verdad.
Si, 58 años atrás, el periodista venezolano Segundo Cazalis,  Siquitrilla, con un incisivo comentario de prensa, que le costó como mínimo la expulsión de Cuba, provocó que el Juicio por los sucesos de Humbold Siete saliese a la luz pública, ahora Rosario Alfonso Parodi nos lo devuelve, íntegro y palpitante. Gracias a ella y a sus colaboradores por creer, con Gramsci, que solo la verdad es revolucionaria.
Rogelio Fabio Hurtado
     

        

significativas en la isla.

RELEYENDO AL HISTORIADOR

Cabrera Infante afirmó alguna vez que prefería la Literatura a la Historia, porque le gustaban más las mentiras a priori que a posteriori, no obstante eso, la utilidad de ambas modalidades de la palabra escrita permanece incólume. El libro del Dr.Jaime Suchlicki Breve Historia de Cuba lo demuestra.
Voy a ocuparme exclusivamente de releer y comentar su capítulo final, Después de los Castro, por lo que tiene hoy de actualidad.
Conjeturo que Suchlicki fue, como la mayoría de los cubanos dentro y fuera de Cuba, tomado por sorpresa el pasado 17 de diciembre, cuando ambos Presidentes anunciaron el comienzo de las negociaciones para establecer las correspondientes embajadas y reanudar las relaciones entre ambos países.Si bien, hablando ya de un Régimen encabezado por Raúl Castro, en la página 264 puede leerse: También parece posible una gradual normalización de las relaciones con los Estados Unidos, especialmente si no se desarrolla una oposición importante dentro de la Isla, y este acierto profético debe acreditársele.
Sigue diciendo el Historiador: En caso de que el Embargo norteamericano sea modificado o desaparezca, el comercio se desarrollaría y las compañías norteamericanas intentarían penetrar en el mercado cubano, como ya han hecho algunas compañías canadienses y europeas.
Más adelante, advierte que A menos que tengan lugar reformas profundas, es improbable que los estadounidenses estén dispuestos a hacer inversiones 
Al parecer, a juicio del equipo del Presidente Obama, la nueva Ley para la inversión extranjera ya constituye,al menos, un claro indicio de que las Autoridades cubanas están dispuestas a garantizar la irreversibilidad de las Reformas…a condición de que no se les reclame nada similar en el contexto político, limitación esta que los norteamericanos ya han aceptado en otros países, como China y Vietnam.
Sin embargo, es un hecho que el optimismo inicial se ha desvanecido. El reciente nombramiento de la Sra. Roberta Jacobson como Embajadora en México, un claro descenso en su carrera, podría parecer incluso un castigo por su incapacidad de adelantar nada, pese a las concesiones de Obama, no reciprocadas por el General Presidente.
Detrás de este inmovilismo, no hay más que la permanente indiferencia del mayor de los Castro por la realidad económica de Cuba, aspecto también subrayado por el Profesor Suchlicki.
Hasta cuándo el Colegio de Generales que respalda a Raúl va a consentir esta dilación es la pregunta qu.e estarán haciéndose Suchlicki y muchas otras personas en Washington.
De momento, se nos ha dado a conocer en la SINA que próximamente cerrará el Centro de Servicios Informáticos Eleanor Roosevelt, quedando entonces solo disponible el Lincoln, con la consecuente reducción de turnos de acceso a la INTERNET para los periodistas independientes, tan molestos para los nacidos en Birán, Manden más  turistas, que estamos ganando, se dirán el uno al dos. Considero a la sonriente Josefina, la parentela debe tenerla loca esperando el momento de empezar a disfrutar de ese Norte revuelto y brutal.

Rogelio Fabio Hurtado.        

La Resurrección del Poet


Desde la última década del pasado siglo, asistimos con alegría inocultable a la resurrección entre nosotros del gran poeta Gastón Baquero - Banes, 1914,Madrid 1997-. Ahora, disfruto de una selección de su periodismo cultural, escrito y publicado por él en El Diario de la Marina y la revista Grafos. La selección, hecha y firmada por Carlos Espinosa Domínguez, en Misissipi, 2113, es, como suya, excelente.
Demos esto por sentado y pasemos a otras consideraciones, derivadas de la jugosa lectura de este Paginario Disperso, publicado en La Habana por Ediciones Unión.
Lo primero que se nos impone es la diferencia abismal entre aquel periodismo cultural y el que venimos padeciendo desde entonces. No me refiero precisamente a la prensa diaria, obligada a una propaganda rastrera. Las revistas especializadas, como El Caimán, La Gaceta o la Revista Casa, no ostentan jamás el nivel que Baquero le entregaba a la edición cotidiana del Diario.
Otro rasgo que me ha enganchado a este Libro es la generosidad que el Poeta derrocha en las presentaciones de sus contemporáneos. Es cierto que Honrar, honra, pero lamentablemente los reconocimientos y elogios que prodigó Baquero parecen haber caído en desuso entre nosotros.
Se estila hoy un tipo de reseña sonsa, enigmática, que el aventurado lector debe releer para percatarse de la intención del crítico, y . a menos que se trate de un espaldarazo amistoso, a menudo ni siquiera se saca eso en claro. A lo sumo, te convences de que el reseñista es muchísimo más culto que el autor criticado.  Hay un mandamiento obligatorio: No elogiarás a tu prójimo.Eso ya no se usa.
Gastón nos trae de vuelta a poetas como el impecable Mariano Brull, autor muy significativo para nuestra poesía en la primera mitad del pasado siglo XX, pues integra junto al manzanillero José Manuel Poveda y el guantanamero Regino Boti el trío de autores que pulsaron la finísima lira, tibia aún de los ensangrentados labios de Casal.
Sigue adelante, celebrando los logros de Emilio Ballagas, la novela Jardín de Dulce María Loynaz. Reacciona maravillado ante la publicación de La Fijeza, un nuevo libro de José Lezama Lima. Leyendo estas páginas, se siente inevitable envidia de aquella Habana Literaria que no pudimos compartir. Asimismo, se cobra conciencia del irrecuperable daño cultural que nos perpetraron al privarnos impunemente del contacto vital con estos , nuestros grandes maestros. Agravado, en el caso de Gastón Baquero por el estigma de batistiano y católico.
A propósito de esto, debo hacerle llegar mis excusas, tardías pero  sentidas, al escritor y crítico José Prats Sariol, uno de los primeros intelectuales involucrados en el rescate del poeta Baquero. En el verano del 93, ofreció Prats una conferencia en la habanera Escuela de Letras, preludio de la audición de una serie de poemas grabados por el Poeta en Madrid. Como colofón, Prats accedió a contestar algunas preguntas. Yo estaba entre el público, disfrutando aquella jugosa primicia. Entonces, nadie era periodista independiente, y no pensaba formular ninguna pregunta, pero, a mis espaldas, dos jóvenes cuchichearon algo acerca de la salida del País del Poeta, y pensé que, si estábamos recuperándolo, entonces no tenía sentido ocultar su realidad política y enseguida levanté mi mano y le pedí al Conferencista que hablase un poco de esa faceta de Baquero, a quien yo había conocido primero como político de Batista.
Prats Sariol contestó de inmediato, sin acritud, diciéndome, con razón, que el interés de la actividad era el Poeta, y que no parecía pertinente entrar en ese ángulo, irrelevante para el aprecio de su obra. Entonces, intervino muy molesto el poeta Cintio Vitier, quien acompañaba al Conferencista en la mesa, y me acusó de intentar sabotear la presentación por traer a colación ese detalle de la biografía del homenajeado.
Yo me defendí cómo pude, porque esa no había sido mi intención, pero temo que no pude mucho, dado el desnivel jerárquico entre el advenedizo que siempre he sido y el  Príncipe de las Letras que fue y sigue siendo Cintio. Así se dio por terminada aquella inolvidable Lección de Poesía.
Rogelio Fabio Hurtado     

    

UN TESTIMONIO SOBRECOGEDOR


                         (A mi primo Armando González Rodríguez, quien sufrió allí)
Al sacerdote franciscano vasco Javier Arzuaga Lasagabáster le correspondió , en los `primeros meses de 1959, una misión que puso a prueba su condición de sacerdote y de hombre. El primero de enero de 1959 era el Párroco de la iglesia de Casablanca en La Habana. El Campamento militar de la Cabaña formaba parte de su parroquia y habitualmente ·”subía todos los domingos a celebrar la Misa en la capillita de Santa Bárbara”.
El nuevo Comandante- sigue diciéndonos Arzuaga- Ernesto Guevara, el Ché. `prohibió la misa, pero me dio autorización para visitar la cárcel y atender su población de presos a cualquier hora del día o de la noche. Fungí como capellán de la prisión de La Cabaña durante cinco meses, hasta la primera semana de junio.
“A partir del 29 de enero a la madrugada, que se ocupó la que vinimos a llamar galera de la muerte, pasaba por ella todas las noches a conversar sin prisas y rezar un rato con los condenados. Acompañé en ese tiempo al paredón de fusilamientos a cincuenta y cinco condenados a muerte”.
Realmente, me siento inclinado a transcribir textualmente  todo el testimonio, ya que mis comentarios no pueden recrear el dramatismo de esta narración que fluye angustiosa entre la vida que se acaba abruptamente y la vasta muerte. que comienza.
Arzuaga nos concede el insólito privilegio de compartir los días, las horas y hasta el minuto fatal junto a los condenados. Así, nos enteramos de la última voluntad del más conocido de todos, el Teniente Coronel Jesús Sosa Blanco, quien pidió a su esposa que le trajese unos zapatos nuevos, para estrenarselos en su encuentro con la señora muerte. “Pidió que le permitieran ponerse presentable- ropa interior limpia, bañado, afeitado. Sosa le pidió de favor al sacerdote que se los quitase, ·prefiero que me echen descalzo a la tierra, tú me los quitas cuando me hayan liquidado y mañana, en Casa Blanca o en La Habana, se los regalas a un pordiosero, mira que tenga el pie grande. Se me ha ocurrido gastarles una pequeña broma a la revolución y a Fidel,¿Qué te parece?
Así, sin estridencias, el sacerdote va humanizando a estos seres, condenados de antemano por sus vencedores a una muerte lenta pero segura. El Pâdre les advierte de entrada que no discutirá con ellos “los hechos que los han puesto en esta situación” pero indudablemente sabe que ,aunque se cumplan los formalismos, las sentencias máximas ya han sido dictadas. Esta certidumbre convierte todo el rito judicial en una farsa agónica.
Hace constar Arzuaga, quien en el momento de la descarga permanecía casi al lado de ellos, mostrándoles el crucifijo, que ninguno de los 55 pidió que lo amarrasen al palo ni que le vendasen los ojos.
La irrepetible Cuba de 1959, aquella fiesta interminable que siguió a la caída de un régimen dictatorial repudiado por la inmensa mayoría, hizo de aquellos fusilamientos una suerte de venganza colectiva. Lo que no sabíamos entonces era que el terrible Paredón iba a convertirse en el recurso máximo del máximo líder.
Advierto a los amantes de las bellas letras que no lean este testimonio sobrecogedor, di desean asistir a la actual Feria del Libro en la Fortaleza de La Cabaña.
Rogelio Fabio Hurtado
    .



EL POETA Y EL TOTALITARISMO




EL  POETA  Y  EL  TOTALITARISMO
La revista chilena Meridional ,en su  número 3 (Octubre de 2014) reproduce las palabras del Sr. Grinor Rojo de la Universidad de Chile, en la presentación del libro El 71, anatomía de una crisis*, del crítico literario cubano Jorge Fornet, en la Biblioteca de la Facultad de Filosofía y Humanidades de esa Casa de Estudios, el pasado 28 de abril de 2014.
¿Por qué traigo a colación este fiambre académico? Sucede que el Sr. Rojo la emprende de entrada irrespetuosamente contra el poeta Heberto Padilla, protagonista y víctima de aquel grotesco aquelarre.
Sin tomarse el trabajo de presentarlo a su auditorio y mucho menos valorar su obra literaria, lo califica de tipo medio huevón, cediendo a la tentación de rebajarse al  lenguaje vulgar, que tanto disfrutan los burgueses rojos, aún si se trata de chilenos.
Empieza por el peor momento: la lamentable confesión durante la sesión  convocada en la UNEAC por el DSE, presidida por el Dr. José Antonio Portuondo, pues el Poeta Nicolás Guillén, con toda dignidad, se excusó de participar en aquella masacre literaria, a la que Rojo califica de Farsa para generar un escándalo que comprometiera el prestigio de la Revolución.
Pasa por alto que al primer actor acababan de retirarle las esposas  los dramaturgos a cargo de la puesta en escena, cuyo objetivo era desprestigiar al poeta y desmoralizarlo radicalmente, para ponerlo al borde del suicidio. Cuando, semanas después, su amigo Alberto Mora optó por quitarse la vida, algunos comentaron en La Habana que Belkis había hecho un cambio de cabeza para salvar a Heberto.
Siempre me he preguntado qué hubiese sucedido si Padilla hubiese perseverado en su postura rebelde. Está claro que sus captores lo acusarían de un delito común, sin conexión alguna con su actividad literaria, para encarcelarlo por varios años, de manera que la vida en prisión lo liquidase.
Heberto era un poeta, no un político. En 1968, el futuro pertenecía por entero al Socialismo, aunque,  como el propio Padilla aseguraba, en el día de hoy está el error que alguien habrá de condenar mañana. Además, él mismo no era un partidario de la derrotada burguesía cubana. No le encontró sentido a inmolarse por una causa que suponía perdida de antemano, y negoció para sobrevivir.
Contrario a las apariencias, las personas que se hicieron cargo de la vida cultural después de la primavera del 71, con el Teniente Luís Pavón al frente, nunca estuvieron dispuestas a facilitar la participación ni de Heberto, ni de ninguno de sus amigos. Sencillamente, se decretó la muerte en vida de todos, no podía mencionárseles en la prensa oficial ni para criticarlos. En el caso específico de Padilla, esta exclusión s extendió hasta su muerte, más de 30 años después, cuando el periódico Juventud Rebelde informó de la muerte del poeta contrarrevolucionario Heberto Padilla.
Tod este genocidio cultural se aplicó en nombre de la pobrecita Isla agredida y acosada por el Imperialismo. Aunque la Biblia no lo aclare, el pequeño David no admite críticas.  Muchos aplausos, como estos del Sr.Rojo, quien puede dar gracias porque su Pinochet nunca declaró que la Universidad era para los reaccionarios.  
 Sólo en 1974, 6 años después, Padilla y Antón recibieron sus modestas invitaciones del Ministerio de Cultura para que asistiesen a la inauguración de una exposición de dibujos del artista Eugenio Blanco Ludovico, en la diminuta Galería del Hotel Habana Libre, que dirigía Luís Silva, un viejo militante del Directorio. Aquella noche, ambos marginados se estrecharon en un efusivo abrazo. Acaso pensaron entonces que  aquel  encuentro habría sido autorizado desde Arriba. En realidad, fue el fruto de un mini-complot, fraguado en una mesita del Té del Capri  por Ludovico, Alejandro Valdés Lorenzo y yo.
Contrario a la festinada imagen que presenta Rojo, los años que siguieron fueron solitarios y laboriosos. Frecuentado por unos pocos amigos, el espacioso apartamento de la Avenida 31 en Playa, a media cuadra de la casa de su primera esposa y eterna enamorada Berta Hernández, le sirvió de refugio, celosamente defendido del alcoholismo por su también perpetua novia, la poeta Belkis Cuza Malé. Allí continuó trabajando Heberto en pro de nuestra poesía. Tradujo el teatro bufo de Mayacovski, la poesía de Bretch y Alicia en el País de las Maravillas, pero el Instituto del Libro desdeñó disciplinadamente sus versiones. Fue una novela de la alemana Ana Segher la primera que recibió el crédito.
Sus últimos años en Cuba los consagró a pulir sus traducciones de la poesía romántica inglesa, en versiones rimadas, de las que se enorgullecía, sobre todo del Tigre de William Blake. Durante el día, solían llamarlo otros traductores ppara hacerle consultas, que Heberto evacuaba, presto y cordial. Dominaba, además del inglés, el ruso y el alemán.
Algunas veces nos concedió el privilegio de escucharlo leer sus nuevos poemas, aún rigurosamente inéditos en la Isla acosada.  Nada que ver con la retorcida imagen del camarada Rojo, quien no conoció ni al Poeta ni al Totalitarismo.
Advierto que el cerco de silencio alrededor del Poeta ha comenzado a quebrarse, solo que en contra de este. Urge que quienes lo conocieron de primera mano presenten sus testimonios, para no dejarles el campo libre a estos estudiosos, tan sospechosamente informados.

Rogelio Fabio Hurtado.



































































































  


EL  POETA  Y  EL  TOTALITARISMO
La revista chilena Meridional ,en su  número 3 (Octubre de 2014) reproduce las palabras del Sr. Grinor Rojo de la Universidad de Chile, en la presentación del libro El 71, anatomía de una crisis*, del crítico literario cubano Jorge Fornet, en la Biblioteca de la Facultad de Filosofía y Humanidades de esa Casa de Estudios, el pasado 28 de abril de 2014.
¿Por qué traigo a colación este fiambre académico? Sucede que el Sr. Rojo la emprende de entrada irrespetuosamente contra el poeta Heberto Padilla, protagonista y víctima de aquel grotesco aquelarre.
Sin tomarse el trabajo de presentarlo a su auditorio y mucho menos valorar su obra literaria, lo califica de tipo medio huevón, cediendo a la tentación de rebajarse al  lenguaje vulgar, que tanto disfrutan los burgueses rojos, aún si se trata de chilenos.
Empieza por el peor momento: la lamentable confesión durante la sesión  convocada en la UNEAC por el DSE, presidida por el Dr. José Antonio Portuondo, pues el Poeta Nicolás Guillén, con toda dignidad, se excusó de participar en aquella masacre literaria, a la que Rojo califica de Farsa para generar un escándalo que comprometiera el prestigio de la Revolución.
Pasa por alto que al primer actor acababan de retirarle las esposas  los dramaturgos a cargo de la puesta en escena, cuyo objetivo era desprestigiar al poeta y desmoralizarlo radicalmente, para ponerlo al borde del suicidio. Cuando, semanas después, su amigo Alberto Mora optó por quitarse la vida, algunos comentaron en La Habana que Belkis había hecho un cambio de cabeza para salvar a Heberto.
Siempre me he preguntado qué hubiese sucedido si Padilla hubiese perseverado en su postura rebelde. Está claro que sus captores lo acusarían de un delito común, sin conexión alguna con su actividad literaria, para encarcelarlo por varios años, de manera que la vida en prisión lo liquidase.
Heberto era un poeta, no un político. En 1968, el futuro pertenecía por entero al Socialismo, aunque,  como el propio Padilla aseguraba, en el día de hoy está el error que alguien habrá de condenar mañana. Además, él mismo no era un partidario de la derrotada burguesía cubana. No le encontró sentido a inmolarse por una causa que suponía perdida de antemano, y negoció para sobrevivir.
Contrario a las apariencias, las personas que se hicieron cargo de la vida cultural después de la primavera del 71, con el Teniente Luís Pavón al frente, nunca estuvieron dispuestas a facilitar la participación ni de Heberto, ni de ninguno de sus amigos. Sencillamente, se decretó la muerte en vida de todos, no podía mencionárseles en la prensa oficial ni para criticarlos. En el caso específico de Padilla, esta exclusión s extendió hasta su muerte, más de 30 años después, cuando el periódico Juventud Rebelde informó de la muerte del poeta contrarrevolucionario Heberto Padilla.
Tod este genocidio cultural se aplicó en nombre de la pobrecita Isla agredida y acosada por el Imperialismo. Aunque la Biblia no lo aclare, el pequeño David no admite críticas.  Muchos aplausos, como estos del Sr.Rojo, quien puede dar gracias porque su Pinochet nunca declaró que la Universidad era para los reaccionarios.  
 Sólo en 1974, 6 años después, Padilla y Antón recibieron sus modestas invitaciones del Ministerio de Cultura para que asistiesen a la inauguración de una exposición de dibujos del artista Eugenio Blanco Ludovico, en la diminuta Galería del Hotel Habana Libre, que dirigía Luís Silva, un viejo militante del Directorio. Aquella noche, ambos marginados se estrecharon en un efusivo abrazo. Acaso pensaron entonces que  aquel  encuentro habría sido autorizado desde Arriba. En realidad, fue el fruto de un mini-complot, fraguado en una mesita del Té del Capri  por Ludovico, Alejandro Valdés Lorenzo y yo.
Contrario a la festinada imagen que presenta Rojo, los años que siguieron fueron solitarios y laboriosos. Frecuentado por unos pocos amigos, el espacioso apartamento de la Avenida 31 en Playa, a media cuadra de la casa de su primera esposa y eterna enamorada Berta Hernández, le sirvió de refugio, celosamente defendido del alcoholismo por su también perpetua novia, la poeta Belkis Cuza Malé. Allí continuó trabajando Heberto en pro de nuestra poesía. Tradujo el teatro bufo de Mayacovski, la poesía de Bretch y Alicia en el País de las Maravillas, pero el Instituto del Libro desdeñó disciplinadamente sus versiones. Fue una novela de la alemana Ana Segher la primera que recibió el crédito.
Sus últimos años en Cuba los consagró a pulir sus traducciones de la poesía romántica inglesa, en versiones rimadas, de las que se enorgullecía, sobre todo del Tigre de William Blake. Durante el día, solían llamarlo otros traductores ppara hacerle consultas, que Heberto evacuaba, presto y cordial. Dominaba, además del inglés, el ruso y el alemán.
Algunas veces nos concedió el privilegio de escucharlo leer sus nuevos poemas, aún rigurosamente inéditos en la Isla acosada.  Nada que ver con la retorcida imagen del camarada Rojo, quien no conoció ni al Poeta ni al Totalitarismo.
Advierto que el cerco de silencio alrededor del Poeta ha comenzado a quebrarse, solo que en contra de este. Urge que quienes lo conocieron de primera mano presenten sus testimonios, para no dejarles el campo libre a estos estudiosos, tan sospechosamente informados.

Rogelio Fabio Hurtado.















































































































  


EL  POETA  Y  EL  TOTALITARISMO
La revista chilena Meridional ,en su  número 3 (Octubre de 2014) reproduce las palabras del Sr. Grinor Rojo de la Universidad de Chile, en la presentación del libro El 71, anatomía de una crisis*, del crítico literario cubano Jorge Fornet, en la Biblioteca de la Facultad de Filosofía y Humanidades de esa Casa de Estudios, el pasado 28 de abril de 2014.
¿Por qué traigo a colación este fiambre académico? Sucede que el Sr. Rojo la emprende de entrada irrespetuosamente contra el poeta Heberto Padilla, protagonista y víctima de aquel grotesco aquelarre.
Sin tomarse el trabajo de presentarlo a su auditorio y mucho menos valorar su obra literaria, lo califica de tipo medio huevón, cediendo a la tentación de rebajarse al  lenguaje vulgar, que tanto disfrutan los burgueses rojos, aún si se trata de chilenos.
Empieza por el peor momento: la lamentable confesión durante la sesión  convocada en la UNEAC por el DSE, presidida por el Dr. José Antonio Portuondo, pues el Poeta Nicolás Guillén, con toda dignidad, se excusó de participar en aquella masacre literaria, a la que Rojo califica de Farsa para generar un escándalo que comprometiera el prestigio de la Revolución.
Pasa por alto que al primer actor acababan de retirarle las esposas  los dramaturgos a cargo de la puesta en escena, cuyo objetivo era desprestigiar al poeta y desmoralizarlo radicalmente, para ponerlo al borde del suicidio. Cuando, semanas después, su amigo Alberto Mora optó por quitarse la vida, algunos comentaron en La Habana que Belkis había hecho un cambio de cabeza para salvar a Heberto.
Siempre me he preguntado qué hubiese sucedido si Padilla hubiese perseverado en su postura rebelde. Está claro que sus captores lo acusarían de un delito común, sin conexión alguna con su actividad literaria, para encarcelarlo por varios años, de manera que la vida en prisión lo liquidase.
Heberto era un poeta, no un político. En 1968, el futuro pertenecía por entero al Socialismo, aunque,  como el propio Padilla aseguraba, en el día de hoy está el error que alguien habrá de condenar mañana. Además, él mismo no era un partidario de la derrotada burguesía cubana. No le encontró sentido a inmolarse por una causa que suponía perdida de antemano, y negoció para sobrevivir.
Contrario a las apariencias, las personas que se hicieron cargo de la vida cultural después de la primavera del 71, con el Teniente Luís Pavón al frente, nunca estuvieron dispuestas a facilitar la participación ni de Heberto, ni de ninguno de sus amigos. Sencillamente, se decretó la muerte en vida de todos, no podía mencionárseles en la prensa oficial ni para criticarlos. En el caso específico de Padilla, esta exclusión s extendió hasta su muerte, más de 30 años después, cuando el periódico Juventud Rebelde informó de la muerte del poeta contrarrevolucionario Heberto Padilla.
Tod este genocidio cultural se aplicó en nombre de la pobrecita Isla agredida y acosada por el Imperialismo. Aunque la Biblia no lo aclare, el pequeño David no admite críticas.  Muchos aplausos, como estos del Sr.Rojo, quien puede dar gracias porque su Pinochet nunca declaró que la Universidad era para los reaccionarios.  
 Sólo en 1974, 6 años después, Padilla y Antón recibieron sus modestas invitaciones del Ministerio de Cultura para que asistiesen a la inauguración de una exposición de dibujos del artista Eugenio Blanco Ludovico, en la diminuta Galería del Hotel Habana Libre, que dirigía Luís Silva, un viejo militante del Directorio. Aquella noche, ambos marginados se estrecharon en un efusivo abrazo. Acaso pensaron entonces que  aquel  encuentro habría sido autorizado desde Arriba. En realidad, fue el fruto de un mini-complot, fraguado en una mesita del Té del Capri  por Ludovico, Alejandro Valdés Lorenzo y yo.
Contrario a la festinada imagen que presenta Rojo, los años que siguieron fueron solitarios y laboriosos. Frecuentado por unos pocos amigos, el espacioso apartamento de la Avenida 31 en Playa, a media cuadra de la casa de su primera esposa y eterna enamorada Berta Hernández, le sirvió de refugio, celosamente defendido del alcoholismo por su también perpetua novia, la poeta Belkis Cuza Malé. Allí continuó trabajando Heberto en pro de nuestra poesía. Tradujo el teatro bufo de Mayacovski, la poesía de Bretch y Alicia en el País de las Maravillas, pero el Instituto del Libro desdeñó disciplinadamente sus versiones. Fue una novela de la alemana Ana Segher la primera que recibió el crédito.
Sus últimos años en Cuba los consagró a pulir sus traducciones de la poesía romántica inglesa, en versiones rimadas, de las que se enorgullecía, sobre todo del Tigre de William Blake. Durante el día, solían llamarlo otros traductores ppara hacerle consultas, que Heberto evacuaba, presto y cordial. Dominaba, además del inglés, el ruso y el alemán.
Algunas veces nos concedió el privilegio de escucharlo leer sus nuevos poemas, aún rigurosamente inéditos en la Isla acosada.  Nada que ver con la retorcida imagen del camarada Rojo, quien no conoció ni al Poeta ni al Totalitarismo.
Advierto que el cerco de silencio alrededor del Poeta ha comenzado a quebrarse, solo que en contra de este. Urge que quienes lo conocieron de primera mano presenten sus testimonios, para no dejarles el campo libre a estos estudiosos, tan sospechosamente informados.

Rogelio Fabio Hurtado.




















































































































  


EL  POETA  Y  EL  TOTALITARISMO
La revista chilena Meridional ,en su  número 3 (Octubre de 2014) reproduce las palabras del Sr. Grinor Rojo de la Universidad de Chile, en la presentación del libro El 71, anatomía de una crisis*, del crítico literario cubano Jorge Fornet, en la Biblioteca de la Facultad de Filosofía y Humanidades de esa Casa de Estudios, el pasado 28 de abril de 2014.
¿Por qué traigo a colación este fiambre académico? Sucede que el Sr. Rojo la emprende de entrada irrespetuosamente contra el poeta Heberto Padilla, protagonista y víctima de aquel grotesco aquelarre.
Sin tomarse el trabajo de presentarlo a su auditorio y mucho menos valorar su obra literaria, lo califica de tipo medio huevón, cediendo a la tentación de rebajarse al  lenguaje vulgar, que tanto disfrutan los burgueses rojos, aún si se trata de chilenos.
Empieza por el peor momento: la lamentable confesión durante la sesión  convocada en la UNEAC por el DSE, presidida por el Dr. José Antonio Portuondo, pues el Poeta Nicolás Guillén, con toda dignidad, se excusó de participar en aquella masacre literaria, a la que Rojo califica de Farsa para generar un escándalo que comprometiera el prestigio de la Revolución.
Pasa por alto que al primer actor acababan de retirarle las esposas  los dramaturgos a cargo de la puesta en escena, cuyo objetivo era desprestigiar al poeta y desmoralizarlo radicalmente, para ponerlo al borde del suicidio. Cuando, semanas después, su amigo Alberto Mora optó por quitarse la vida, algunos comentaron en La Habana que Belkis había hecho un cambio de cabeza para salvar a Heberto.
Siempre me he preguntado qué hubiese sucedido si Padilla hubiese perseverado en su postura rebelde. Está claro que sus captores lo acusarían de un delito común, sin conexión alguna con su actividad literaria, para encarcelarlo por varios años, de manera que la vida en prisión lo liquidase.
Heberto era un poeta, no un político. En 1968, el futuro pertenecía por entero al Socialismo, aunque,  como el propio Padilla aseguraba, en el día de hoy está el error que alguien habrá de condenar mañana. Además, él mismo no era un partidario de la derrotada burguesía cubana. No le encontró sentido a inmolarse por una causa que suponía perdida de antemano, y negoció para sobrevivir.
Contrario a las apariencias, las personas que se hicieron cargo de la vida cultural después de la primavera del 71, con el Teniente Luís Pavón al frente, nunca estuvieron dispuestas a facilitar la participación ni de Heberto, ni de ninguno de sus amigos. Sencillamente, se decretó la muerte en vida de todos, no podía mencionárseles en la prensa oficial ni para criticarlos. En el caso específico de Padilla, esta exclusión s extendió hasta su muerte, más de 30 años después, cuando el periódico Juventud Rebelde informó de la muerte del poeta contrarrevolucionario Heberto Padilla.
Tod este genocidio cultural se aplicó en nombre de la pobrecita Isla agredida y acosada por el Imperialismo. Aunque la Biblia no lo aclare, el pequeño David no admite críticas.  Muchos aplausos, como estos del Sr.Rojo, quien puede dar gracias porque su Pinochet nunca declaró que la Universidad era para los reaccionarios.  
 Sólo en 1974, 6 años después, Padilla y Antón recibieron sus modestas invitaciones del Ministerio de Cultura para que asistiesen a la inauguración de una exposición de dibujos del artista Eugenio Blanco Ludovico, en la diminuta Galería del Hotel Habana Libre, que dirigía Luís Silva, un viejo militante del Directorio. Aquella noche, ambos marginados se estrecharon en un efusivo abrazo. Acaso pensaron entonces que  aquel  encuentro habría sido autorizado desde Arriba. En realidad, fue el fruto de un mini-complot, fraguado en una mesita del Té del Capri  por Ludovico, Alejandro Valdés Lorenzo y yo.
Contrario a la festinada imagen que presenta Rojo, los años que siguieron fueron solitarios y laboriosos. Frecuentado por unos pocos amigos, el espacioso apartamento de la Avenida 31 en Playa, a media cuadra de la casa de su primera esposa y eterna enamorada Berta Hernández, le sirvió de refugio, celosamente defendido del alcoholismo por su también perpetua novia, la poeta Belkis Cuza Malé. Allí continuó trabajando Heberto en pro de nuestra poesía. Tradujo el teatro bufo de Mayacovski, la poesía de Bretch y Alicia en el País de las Maravillas, pero el Instituto del Libro desdeñó disciplinadamente sus versiones. Fue una novela de la alemana Ana Segher la primera que recibió el crédito.
Sus últimos años en Cuba los consagró a pulir sus traducciones de la poesía romántica inglesa, en versiones rimadas, de las que se enorgullecía, sobre todo del Tigre de William Blake. Durante el día, solían llamarlo otros traductores ppara hacerle consultas, que Heberto evacuaba, presto y cordial. Dominaba, además del inglés, el ruso y el alemán.
Algunas veces nos concedió el privilegio de escucharlo leer sus nuevos poemas, aún rigurosamente inéditos en la Isla acosada.  Nada que ver con la retorcida imagen del camarada Rojo, quien no conoció ni al Poeta ni al Totalitarismo.
Advierto que el cerco de silencio alrededor del Poeta ha comenzado a quebrarse, solo que en contra de este. Urge que quienes lo conocieron de primera mano presenten sus testimonios, para no dejarles el campo libre a estos estudiosos, tan sospechosamente informados.

Rogelio Fabio Hurtado.
























































































































  


EL  POETA  Y  EL  TOTALITARISMO
La revista chilena Meridional ,en su  número 3 (Octubre de 2014) reproduce las palabras del Sr. Grinor Rojo de la Universidad de Chile, en la presentación del libro El 71, anatomía de una crisis*, del crítico literario cubano Jorge Fornet, en la Biblioteca de la Facultad de Filosofía y Humanidades de esa Casa de Estudios, el pasado 28 de abril de 2014.
¿Por qué traigo a colación este fiambre académico? Sucede que el Sr. Rojo la emprende de entrada irrespetuosamente contra el poeta Heberto Padilla, protagonista y víctima de aquel grotesco aquelarre.
Sin tomarse el trabajo de presentarlo a su auditorio y mucho menos valorar su obra literaria, lo califica de tipo medio huevón, cediendo a la tentación de rebajarse al  lenguaje vulgar, que tanto disfrutan los burgueses rojos, aún si se trata de chilenos.
Empieza por el peor momento: la lamentable confesión durante la sesión  convocada en la UNEAC por el DSE, presidida por el Dr. José Antonio Portuondo, pues el Poeta Nicolás Guillén, con toda dignidad, se excusó de participar en aquella masacre literaria, a la que Rojo califica de Farsa para generar un escándalo que comprometiera el prestigio de la Revolución.
Pasa por alto que al primer actor acababan de retirarle las esposas  los dramaturgos a cargo de la puesta en escena, cuyo objetivo era desprestigiar al poeta y desmoralizarlo radicalmente, para ponerlo al borde del suicidio. Cuando, semanas después, su amigo Alberto Mora optó por quitarse la vida, algunos comentaron en La Habana que Belkis había hecho un cambio de cabeza para salvar a Heberto.
Siempre me he preguntado qué hubiese sucedido si Padilla hubiese perseverado en su postura rebelde. Está claro que sus captores lo acusarían de un delito común, sin conexión alguna con su actividad literaria, para encarcelarlo por varios años, de manera que la vida en prisión lo liquidase.
Heberto era un poeta, no un político. En 1968, el futuro pertenecía por entero al Socialismo, aunque,  como el propio Padilla aseguraba, en el día de hoy está el error que alguien habrá de condenar mañana. Además, él mismo no era un partidario de la derrotada burguesía cubana. No le encontró sentido a inmolarse por una causa que suponía perdida de antemano, y negoció para sobrevivir.
Contrario a las apariencias, las personas que se hicieron cargo de la vida cultural después de la primavera del 71, con el Teniente Luís Pavón al frente, nunca estuvieron dispuestas a facilitar la participación ni de Heberto, ni de ninguno de sus amigos. Sencillamente, se decretó la muerte en vida de todos, no podía mencionárseles en la prensa oficial ni para criticarlos. En el caso específico de Padilla, esta exclusión s extendió hasta su muerte, más de 30 años después, cuando el periódico Juventud Rebelde informó de la muerte del poeta contrarrevolucionario Heberto Padilla.
Tod este genocidio cultural se aplicó en nombre de la pobrecita Isla agredida y acosada por el Imperialismo. Aunque la Biblia no lo aclare, el pequeño David no admite críticas.  Muchos aplausos, como estos del Sr.Rojo, quien puede dar gracias porque su Pinochet nunca declaró que la Universidad era para los reaccionarios.  
 Sólo en 1974, 6 años después, Padilla y Antón recibieron sus modestas invitaciones del Ministerio de Cultura para que asistiesen a la inauguración de una exposición de dibujos del artista Eugenio Blanco Ludovico, en la diminuta Galería del Hotel Habana Libre, que dirigía Luís Silva, un viejo militante del Directorio. Aquella noche, ambos marginados se estrecharon en un efusivo abrazo. Acaso pensaron entonces que  aquel  encuentro habría sido autorizado desde Arriba. En realidad, fue el fruto de un mini-complot, fraguado en una mesita del Té del Capri  por Ludovico, Alejandro Valdés Lorenzo y yo.
Contrario a la festinada imagen que presenta Rojo, los años que siguieron fueron solitarios y laboriosos. Frecuentado por unos pocos amigos, el espacioso apartamento de la Avenida 31 en Playa, a media cuadra de la casa de su primera esposa y eterna enamorada Berta Hernández, le sirvió de refugio, celosamente defendido del alcoholismo por su también perpetua novia, la poeta Belkis Cuza Malé. Allí continuó trabajando Heberto en pro de nuestra poesía. Tradujo el teatro bufo de Mayacovski, la poesía de Bretch y Alicia en el País de las Maravillas, pero el Instituto del Libro desdeñó disciplinadamente sus versiones. Fue una novela de la alemana Ana Segher la primera que recibió el crédito.
Sus últimos años en Cuba los consagró a pulir sus traducciones de la poesía romántica inglesa, en versiones rimadas, de las que se enorgullecía, sobre todo del Tigre de William Blake. Durante el día, solían llamarlo otros traductores ppara hacerle consultas, que Heberto evacuaba, presto y cordial. Dominaba, además del inglés, el ruso y el alemán.
Algunas veces nos concedió el privilegio de escucharlo leer sus nuevos poemas, aún rigurosamente inéditos en la Isla acosada.  Nada que ver con la retorcida imagen del camarada Rojo, quien no conoció ni al Poeta ni al Totalitarismo.
Advierto que el cerco de silencio alrededor del Poeta ha comenzado a quebrarse, solo que en contra de este. Urge que quienes lo conocieron de primera mano presenten sus testimonios, para no dejarles el campo libre a estos estudiosos, tan sospechosamente informados.

Rogelio Fabio Hurtado.














































 La revista chilena Meridional ,en su  número 3 (Octubre de 2014) reproduce las palabras del Sr. Grinor Rojo de la Universidad de Chile, en la presentación del libro El 71, anatomía de una crisis*, del crítico literario cubano Jorge Fornet, en la Biblioteca de la Facultad de Filosofía y Humanidades de esa Casa de Estudios, el pasado 28 de abril de 2014.
¿Por qué traigo a colación este fiambre académico? Sucede que el Sr. Rojo la emprende de entrada irrespetuosamente contra el poeta Heberto Padilla, protagonista y víctima de aquel grotesco aquelarre.
Sin tomarse el trabajo de presentarlo a su auditorio y mucho menos valorar su obra literaria, lo califica de tipo medio huevón, cediendo a la tentación de rebajarse al  lenguaje vulgar, que tanto disfrutan los burgueses rojos, aún si se trata de chilenos.
Empieza por el peor momento: la lamentable confesión durante la sesión  convocada en la UNEAC por el DSE, presidida por el Dr. José Antonio Portuondo, pues el Poeta Nicolás Guillén, con toda dignidad, se excusó de participar en aquella masacre literaria, a la que Rojo califica de Farsa para generar un escándalo que comprometiera el prestigio de la Revolución.
Pasa por alto que al primer actor acababan de retirarle las esposas  los dramaturgos a cargo de la puesta en escena, cuyo objetivo era desprestigiar al poeta y desmoralizarlo radicalmente, para ponerlo al borde del suicidio. Cuando, semanas después, su amigo Alberto Mora optó por quitarse la vida, algunos comentaron en La Habana que Belkis había hecho un cambio de cabeza para salvar a Heberto.
Siempre me he preguntado qué hubiese sucedido si Padilla hubiese perseverado en su postura rebelde. Está claro que sus captores lo acusarían de un delito común, sin conexión alguna con su actividad literaria, para encarcelarlo por varios años, de manera que la vida en prisión lo liquidase.
Heberto era un poeta, no un político. En 1968, el futuro pertenecía por entero al Socialismo, aunque,  como el propio Padilla aseguraba, en el día de hoy está el error que alguien habrá de condenar mañana. Además, él mismo no era un partidario de la derrotada burguesía cubana. No le encontró sentido a inmolarse por una causa que suponía perdida de antemano, y negoció para sobrevivir.
Contrario a las apariencias, las personas que se hicieron cargo de la vida cultural después de la primavera del 71, con el Teniente Luís Pavón al frente, nunca estuvieron dispuestas a facilitar la participación ni de Heberto, ni de ninguno de sus amigos. Sencillamente, se decretó la muerte en vida de todos, no podía mencionárseles en la prensa oficial ni para criticarlos. En el caso específico de Padilla, esta exclusión s extendió hasta su muerte, más de 30 años después, cuando el periódico Juventud Rebelde informó de la muerte del poeta contrarrevolucionario Heberto Padilla.
Tod este genocidio cultural se aplicó en nombre de la pobrecita Isla agredida y acosada por el Imperialismo. Aunque la Biblia no lo aclare, el pequeño David no admite críticas.  Muchos aplausos, como estos del Sr.Rojo, quien puede dar gracias porque su Pinochet nunca declaró que la Universidad era para los reaccionarios.  
 Sólo en 1974, 6 años después, Padilla y Antón recibieron sus modestas invitaciones del Ministerio de Cultura para que asistiesen a la inauguración de una exposición de dibujos del artista Eugenio Blanco Ludovico, en la diminuta Galería del Hotel Habana Libre, que dirigía Luís Silva, un viejo militante del Directorio. Aquella noche, ambos marginados se estrecharon en un efusivo abrazo. Acaso pensaron entonces que  aquel  encuentro habría sido autorizado desde Arriba. En realidad, fue el fruto de un mini-complot, fraguado en una mesita del Té del Capri  por Ludovico, Alejandro Valdés Lorenzo y yo.
Contrario a la festinada imagen que presenta Rojo, los años que siguieron fueron solitarios y laboriosos. Frecuentado por unos pocos amigos, el espacioso apartamento de la Avenida 31 en Playa, a media cuadra de la casa de su primera esposa y eterna enamorada Berta Hernández, le sirvió de refugio, celosamente defendido del alcoholismo por su también perpetua novia, la poeta Belkis Cuza Malé. Allí continuó trabajando Heberto en pro de nuestra poesía. Tradujo el teatro bufo de Mayacovski, la poesía de Bretch y Alicia en el País de las Maravillas, pero el Instituto del Libro desdeñó disciplinadamente sus versiones. Fue una novela de la alemana Ana Segher la primera que recibió el crédito.
Sus últimos años en Cuba los consagró a pulir sus traducciones de la poesía romántica inglesa, en versiones rimadas, de las que se enorgullecía, sobre todo del Tigre de William Blake. Durante el día, solían llamarlo otros traductores ppara hacerle consultas, que Heberto evacuaba, presto y cordial. Dominaba, además del inglés, el ruso y el alemán.
Algunas veces nos concedió el privilegio de escucharlo leer sus nuevos poemas, aún rigurosamente inéditos en la Isla acosada.  Nada que ver con la retorcida imagen del camarada Rojo, quien no conoció ni al Poeta ni al Totalitarismo.
Advierto que el cerco de silencio alrededor del Poeta ha comenzado a quebrarse, solo que en contra de este. Urge que quienes lo conocieron de primera mano presenten sus testimonios, para no dejarles el campo libre a estos estudiosos, tan sospechosamente informados.

Rogelio Fabio Hurtado.